El simbolismo del Castillo de Caravaca de la Cruz pone de manifiesto el punto inicial y final de la propuesta. El proyecto busca integrarse de una manera silenciosa para dar cabida a una necesidad real de sombraje. La nueva estructura dialoga con preexistencias a través de la geometría y la materialidad.
La imperiosa necesidad de ofrecer la Santa Misa desde la escalinata de acceso a la basílica llevó a disponer la zona de sombra como si de un desfase de este acceso se tratara. La naturalidad material se hace patente en el uso de la madera para la estructura principal, o el yute, un material arraigado a la zona, para la cobertura.
La estacionalidad de la instalación durante los años jubilares provocó el planteamiento de una estructura desmontable, resuelto constructivamente mediante uniones atornilladas y elementos de escasa entidad constructiva. La cimentación, cuasi superficial, se encuentra resuelta por viguería metálica tratada.