LA ARQUITECTURA QUE NO CONOCIÓ LA LUZ. Sobre las fiestas y la arquitectura.

Son fechas especiales, sobre todo para aquellos que regentan un bar, discoteca, pub, garito o cualquiera de las afecciones que con las que se les llaman a estos espacios en las diferentes ciudades, pueblos y pedanías del territorio nacional. Por este motivo he decidido dedicarles el ultimo post del año, pero desde un punto de vista arquitectónico, o eso espero.
Todo surge hace un par de semana cuando, por diferentes circunstancias, fui a uno de estos “garitos” de Murcia y tuve que esperar dentro hasta el cierre del mismo. Esa hora que pase allí fue muy ilustradora, pude advertir lo que hace tiempo pensaba, pero no había canalizado, precipitando ahora en unas cuantas palabras. Desde entonces me detengo, vaso en mano, cada vez que entro por el umbral que da paso a la gran sala, para observar a la gente y sus ocupantes.
El caso es que llegue a pensar que en estos espacios me había encontrado con la antítesis de la arquitectura que todos creíamos conocer, o, por lo menos, la que los grandes maestros afirmaban como tal, o por lo menos, lo que en mi corta experiencia había entendido.
Bastaba con recurrir a frases de grandes arquitectos como Louis Kahn que afirmaba que “el sol nunca supo de su grandeza hasta que incidió en la cara de un edificio”, o el propio Alberto Campo Baeza que tantas veces habla sobre la luz y que en esta entrevista realiza una comparativa, reproduciendo las palabras de Juan Navarro Baldeweg sobre la luz y la música donde termina afirmando que la arquitectura es luz (con mayor o menor intensidad), y dice:
“Él hacía una comparación de una obra de arquitectura con un instrumento musical. Efectivamente, el espacio es atravesado por la luz y aquello funciona, yo diría que suena, y suena cuando la luz lo atraviesa. De igual manera, la música es aire, sin el aire no existiría la música: cuando las cuerdas vibran, cuando pasa el aire a través de la boquilla de la flauta, por los tubos de un órgano… pero es aire. Pues la arquitectura es luz. Luz al atravesar un espacio. En esta misma estancia en la que estamos, una estancia sencilla, no hay un ejercicio de luz sólida atravesando el espacio de una manera dramática, hay un espacio continuo en el que la luz entra de otra manera, pero es luz.”
Que decir de le Corbusier, como se le conocía, o Charles-Edouard Jeanneret como se llamaba realmente, quien manipulaba magistralmente la luz, jugando con orientaciones y texturas para crear una arquitectura capaz de penetrar e impactar a sus ocupantes. Su Capilla en Ronchamp, la Iglesia Parroquial de Saint-Pierre y el Convento de la Tourette, impregnados de esta mágica luz, son tres ejemplos donde crea espacios magistrales a través del uso de la luz, la luz natural obviamente.
Y tantos y tantos otros que podría citar y que no dejan afirmación en la que la luz salga a relucir maclada con la palabra arquitectura. Mención especial a Jean Nouvel “el arquitecto que vive y concibe la luz” despierta este titular.
¿y la planta libre? Uno de esos famosísimos 5 puntos de la arquitectura del movimiento moderno que no podía falta, esos espacios diáfanos libres de obstáculos en los que unos muebles de diseño, bien ordenados, o no, configurarían un lugar que debía ser así y no de otra manera. Y los pilares dispuestos en cruz y cuyo brillo parecían hacerlos desaparecer en el pabellón que Mies van der Rohe proyectó en Barcelona. Pilotis, que los llamaba le Corbusier para que solo al pronunciarlos pareciesen más delgados y casi prescindibles.
Y ahora entramos a estos garitos que son sujeto de estos párrafos y nos encontramos que, prometo que llevo un mes apuntando las características de todos y cada uno de ellos a los que entro, todos cumples dos premisas imprescindibles.
Ausencia total de luz natural (el que tiene posibilidad se ha encarado de colocar un vinilo opaco y oscuro en sus cristaleras para que no entre la luz).
Pilares gruesos (si no lo eran, se revisten) por todo el espacio interior.