En primer lugar, se estudió la posibilidad de convertir los dos módulos existentes en un único espacio conectado por el interior. En este punto se presentaba como gran inconveniente la diferencia de cota entre las plantas de ambos edificios. La estrategia escogida al efecto consiste en elevar el forjado situado a menor cota hasta igualarlo con su medianero. Con esta decisión generamos una cámara sanitaria que funcionaria a favor del acondicionamiento del edificio, ventilando y evitando que sigan apareciendo las humedades que, abundantemente, presenta la envolvente.
Como consecuencia de esta primera decisión, y enlazando decisiones de proyecto, se genera una única entrada al edificio que le otorgar el carácter unitario pretendido desde el comienzo y desde donde, en su interior, un módulo interior articula las circulaciones hacia todos los niveles. Se gana el máximo espacio posible y se gestionan los accesos posibilitando la independización de la gran zona con el resto de estancias.
Se contribuye a la accesibilidad del edificio y, por ende, de sus ocupantes, eliminando las barreras arquitectónicas existentes y dimensionando tanto las zonas de paso como
los espacios de servicio de acuerdo a la normativa vigente.
Por último, se configura un volumen dinámico, con diferentes alturas que otorgan al espacio una cualidad más propia de los centros públicos y se aleja de estándares más residenciales. El conjunto entra en consonancia con los usuarios para absorber y adaptarse a cualquier cambio que se produzca.
El edificio rígido que se presenta como punto de partida queda trasformado en un elemento mutable en el tiempo y en el espacio.