Una de las primeras lecciones que recibí cuando decidí emprender mi viaje hacia la disciplina arquitectónica fue a manos de uno de los profesores de Proyectos I, Jerónimo Granados. “Comprarse un bloc, llevarlo siempre encima, e ir anotando en vuestro día a día los lugares que te hacen sentirte bien y el por qué de esa sensación”.  Quizás ese espíritu analista sea el culpable de que los arquitectos no veamos el espacio urbano como un simple telón de fondo, sino como un universo lleno de enseñanzas arquitectónicas.
Después de unos años, me aventuro en la afirmación de que la sala de estar de mi pequeño dúplex, que mi madre diseñó sobre plano con el objetivo de servir como cuarto de la plancha, se ha convertido en uno de esos espacios arquitectónicos que servirán como referencia en mi futuro. Quizás sea por sus medidas, por los vínculos emocionales, por las charlas distendidas con lo míos, por los ratos videojuegos o de lectura, o quizás por alguna otra razón subjetiva que se escapa de mi análisis.
El modo de habitar la estancia, esa habitación sin condicionantes de mobiliario que se ha ido colonizando con los objetos cotidianos de la vida moderna, contrasta con las demás estancias de la casa con el mobiliario casi prefijado de antemano. Este hecho me hace recordar el análisis que realiza Iñaki Ábalos en su libro “La buena vida” sobre la película “My uncle”, cuya trama consiste en contraponer dos estilos de vida a través de la mirada de un niño; por un lado, el del tío Hulot, en una vieja casa estrafalaria llena de objetos a modo de cabaña; por otro, los padres, en una casa unifamiliar contemporánea con jardín en un barrio elitista a las afueras de la ciudad. El desarrollo de la película muestra como el niño adora pasar tiempo con el tío mientras se resigna a habitar la casa de los padres.
Las dimensiones de la habitación, 3×4 metros, sirven de pretexto para hablar acerca de las distancias en la arquitectura. Maria Dolores Palacios, en su tesis “Cuerpo, distancias y arquitectura” nos distingue tres esferas de percepción: el entorno o la escala del “aquí”, o de lo próximo, y de lo personal (hasta los 3m). El entorno del “ahí”, o de lo cercano y de lo social (hasta los 20m), y el entorno del “allí”, o de lo lejano y de lo público (hasta los 200m). La escala del “aquí”, alude al sistema que relaciona al hombre con los objetos de su entorno inmediato, esto es, con los objetos situados al alcance de su mano. Aquí el tacto, o la vista en su cualidad háptica, son los sentidos que nos permiten percibir la realidad. También el gusto y el olfato están presentes, pero tienen menos protagonismo en cuanto a la percepción de los objetos arquitectónicos.
Es inevitable, cuando hablamos de espacios acotados, pensar en Luis Barragán. Su arquitectura de “recintos”, privada, silenciosa y de enorme sensibilidad difiere de los grandes espacios proyectados en la arquitectura contemporánea donde prima la flexibilidad y la continuidad espacial, que dan como resultado, en la mayoría de las ocasiones, espacios sin alma.
Y tú, ¿has pensado cual es el lugar en el que más cómodo te sientes?.
                                                                                        Casa estudio Luis Barragán. Plataforma de Arquitectura
[/et_pb_text]
[/et_pb_column]
[/et_pb_row]
[/et_pb_section]